miércoles, 22 de agosto de 2012

Crítica: Gasland de Josh Fox

Emotividad no convencional

Dentro de un periodo de transición energética, de las fuentes no renovables a las renovables, no solo llegan novedades del bando de las verdes. Las más contaminantes y encaminadas a la obsolescencia, lejos de asumir su fin, han salido con ímpetu de sus trincheras y cuentan con una alta en sus filas. El escaso petróleo, el menos malo, pero malo, gas natural y las repudiadas nucleares tienen otro compañero para la contienda, aunque estén condenados a la derrota. Se trata del denominado gas no convencional, también llamado gas de esquisto o de pizarra. Esta última arremetida con modernizada tropa se ha librado en EE.UU. y lo que ha sucedido lo ha recogido Josh Fox en Gasland.

Se puede extraer gas no convencional de una novedosa forma, el fracking


INVITACIÓN A ENTRAR EN UN MUNDO NUEVO
El joven director recibió un día una carta en la que una compañía energética le ofrecía una considerable suma de dinero por unos terrenos familiares que tenía muertos de asco. El motivo del interés que suscitaban esas hectáreas era la certeza de que en ellas se podía extraer gas no convencional de una novedosa forma, el fracking. Tantos términos nuevos le hicieron indagar al realizador americano en el asunto y un mundo nuevo se abrió a sus ojos. Se documentó sobre la técnica de extracción, el fracking y el drilling, de los catastróficos efectos medio ambientales que desata, de los intereses que hacen que de repente entre en juego este nuevo, y hasta el momento desconocido, combustible, de la rentabilidad de las explotaciones, de la magnitud de los hechos.

MUCHO MÁS QUE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA
Todo esto se traduce en Gasland, que ve la luz en 2010. Pero más allá de un ejercicio de divulgación científica altamente recomendable se trata de un documental con el que consigue desvelar una estrangulada trama de intereses políticos, de sofisticados bailes entre las industrias y las productoras energéticas con los lobbies en el lugar del tocadiscos, eligiendo la canción que ha de sonar.


El film se refiere al caso concreto de EE.UU., donde existen particularidades propias de la nación de la bandera de barras y estrellas


Allá unos disfrutan, y otros padecen, una desregulación impensable en Europa, los lobbies son amos y señores del rumbo de la nación y el ecologismo no ha calado tan hondo. Lo que allí sucede no puede extrapolarse a Europa. Aunque aquí las compañías energéticas se autoconvencen de que el fin de las energías no renovables no llegará, al menos hasta que les salga rentable, tampoco quieren dejar sin parques a sus nietos.


En su segundo largometraje Fox consigue llegar al origen de la cuestión y guiarte esquemáticamente, pero sin perder el quid de la cuestión, por todo el proceso del fracking, traducido al español como fractura hidráulica. Véanlo


NO TODO EL MONTE ES ORÉGANO
Una voz lánguida de una desesperación algo exagerada puede darle una emotividad excesiva. O la espectacularidad del grifo que se prende con un mechero, repetido a intervalos de 20 minutos para conectar con el espectador menos atento, puede ser tildada de hollywoodiada innecesaria, no en vano fue nominada a los Oscars en la edición en la que Inside Job resultó vencedora. Luego está esa manera de contar, ágil pero poco ortodoxa, que tiene tanto sus acérrimos seguidores como sus detractores.

SEGUNDO ROUND
Sin embargo, hay críticas más graves a las que ha tenido que enfrentarse Josh Fox. Acabó en los tribunales por diversos actos en los que difamaba a las compañías que practican el fracking. Estas, además, se defendieron con informes exculpatorios de todas las acusaciones que les hacía Fox en lo que ellas consideraban un sesgado acercamiento a la realidad de la fractura hidraúlica.

"Las cosas que hoy parecen seguras, no lo son mañana", Sheldon Silver (The sky is pink)


THE SKY IS PINK
Pero el director, que ha elevado la película a la categoría de movimiento de activismo medio ambiental, véase su web, respondió hace apenas dos meses con un reportaje, The sky is pinkcon el que, lejos de achantarse, volvía a la carga. En este último trabajo, que ronda los 20 minutos y cuenta con más gráficos, el mismo tono sensiblero y no es tan didáctico como el original, compara la estrategia de marketing que se lleva a cabo para anunciar el fracking como un método de extracción de energía respetable con nuestro querido planeta, con la que se utilizó en los cuarenta para vender el tabaco que ya se sabía dañino y cancerígeno. Todo muy yanky. To be continued...




Texto: Juan P. Torres.